El taxi la estaba esperando, como cada mañana, pero no era una mañana como todas las demás, Roxanne tenía un brillo especial en los ojos.
-¿Donde siempre señorita?
-No Charles, acércame al aeropuerto.
Se había puesto su vestido amarillo, el de los domingos, y calzaba unos zapatos nuevos.
La impaciencia le inundaba los sentidos, y el semáforo parecía tardar mas que nunca, por fín el coche arrancó, brillaba mucho mas el sol que ningun otro día, y las nubes ni se asomaban.
Roxanne bajó del taxi y echó a correr.
-Un billete para el país de los sueños.
-¿No lleva equipaje joven?
-No señora, me voy con lo puesto.
Roxanne iba a empezar su vida.
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