"Odio como me hablas y también tu aspecto, no soporto que lleves mi coche ni que me mires así. Aborrezco esas botas que llevas y que leas mi pensamiento. Me repugna tanto lo que siento que hasta me salen las rimas. Odio, odio que me mientas, y que tengas razón. Odio que alegres mi corazón. Pero aún más que me hagas llorar. Odio no tenerte cerca y que no me hayas llamado. Pero sobre todo odio no poder odiarte, porque no te odio, ni siquiera un poco. Nada en absoluto."
Había una vez en un país muy muy lejano, la típica princesa, esa princesa que solo se dedicaba a limpiar, a la casa, ya fuera la suya o la de la malvada madrastra, el caso es que se pasaba el día cumpliendo órdenes de alguna persona superior, pero ella ni replicaba, es más, hasta parecía que le gustaba. Un día llegaba un principe, alto y guapo, por cierto, y este se enamoraba de la pobre criada, la salvaba de las brujas y de todas sus desgracias y vivían felices y comían perdices.
¿Nos gustaban esas historias eh? Nos las sabíamos de memoria, y por supuesto todas las canciones, y a la hora del patio en el colegio, éramos nosotras las princesas, sin pensar en nada más, ni en el machismo de la historia, ni en que mira por donde, siempre eran ellos los que las salvaban a ellas y no al revés. Vale, puede ser que ahora lo pensemos y veamos la realidad que se esconde detrás de todas esas historias perfectas en las que el príncipe era el maravilloso héroe, siempre era el quien salvaba a la joven desgraciada...pero realmente me parece perfecto, ya que estaría bien que en nuestros problemas diarios llegara un príncipe azul con su espada y su caballo blanco y que nos salvara y nos llevara a su maravilloso castillo. Pero no, nunca aparece ningún príncipe, no nos salva nadie.
¿Pero que queréis? ¿Que a unas niñas de 6 años les informen a su edad de lo cruel y jodida que es la vida? Obviamente no, todos tenemos derecho a soñar, tarde o temprano nos despertaremos y¡ya nos enfrentaremos a la vida si crecemos!

Para mi.

Los vi... ¡OMG lo que sentí! su tacto, su longitud máxima y extrema, sis curvas, su color, todo era atracción pura y madura! me llamaban, susurraban mi nombre, solo yo lo podía escuchar. Si ¡oh si!, tenían que ser míos, tenía que tocarlos, tenía que sentirlos bajo de mi, yo los necesitaba, estaban hechos para satisfacerme y esa noche... lo harían.
Me acerque, los acaricié, los observé detenidamente antes de tomar mi decisión y entonces lo vi, lo supe al instante, su nombre era como mi marca especial de heroína y en ese pequeño pedazo de seda lo ponía... Manolo Blahnik.

Tu eres de esos.

Yo se de que palo vas, yo te conozco y eres de esa clase de personas a las que les pierden las tazas de chocolate caliente y desayunar a las 4 de la tarde, tu eres de esos que prefiere el postre primero, simplemente por lo que pueda pasar. Tu te pierdes en las estaciones de metro buscando besos de despedida y te coleccionas los sobrecitos de azucar que te dan con el café, tu te llenas las paredes de post-its en forma de manzana, con las frases que dice mamá para no olvidarlas nunca. ¿y tu crees que no te conozco? Yo soy de las que odian que se les toque el pelo, y de las que prefieren en cambio, el chocolate frío, yo soy esa que empapela su habitación con horarios de metro y que en su tiempo libre se aprende los mapas para no perderse, desayuno 5 veces al día y colecciono zapatos de tacón. ¿Tu sabes porque te conozco? ¿No lo sabes? Hay tantas cosas que no sabes... pero yo ya te las contaré, tu mientras tanto sigue desayunando por la tarde, sigue tomándote el postre primero, y sobre todo, no te olvides de respirar.

Nada.

Que les jodan a los momentos que pretenden acabar con todo, que los malos días se pudran en un montón de mierda, que las lágrimas se ahoguen en sus propias ganas de llorar, que estén condenados a muerte aquellos que no te permitan sonreír, que las mentiras se derritan con la lava de un volcán, que NADIE controle tu vida, que NADA te la cambie.

Ella también quiere sentir esos cosquilleos cuando el le roza, y que le salga solo el sonreír cuando escucha su voz, ella quería el aleteo de las mariposas cuando rozara sus labios, y esa sensación de siempre quererlo ver, pero todo eso el no se lo daba, el era el único que sentía algo así, estaba claro, ella se sentía querida, pero no era justo, y ella lo sabía, se había prometido intentarlo, se había prometido darle esa oportunidad, esa que muchos necesitamos, esa que nadie nos da, pero no había conseguido sentir nada, y Dios sabe como lo había intentado, pero claro, todo eso el no lo entendía, el solo sabía que la quería, ¿y que si ella no lo hacía?

Ella era de esas que sabe de los palos que te da el amor, de esas que piensan que el amor es cosa de Walt Disney, y a pesar de ello, llora con los libros y las películas de princesas, era de esas que necesitan enamorarse y sonreír como una estúpida cuando su mirada y otra se cruzan, de esas que necesitan escuchar un te quiero y no pueden evitar responder con otro, ella es de esas que necesita que le brillen los ojos, que se le acelere el corazón, que se le traben las palabras, a ella no le valía con cambiarse de braguitas antes de irse a dormir.